“No nos damos cuenta cómo creamos la realidad a través del lenguaje. Si decimos que la vida es dura, será dura” (Fernando Flores)
“La ontología del lenguaje es la base para descubrir su esencia” (Heidegger)
La Ontología del Lenguaje
La ontología del lenguaje es una tesis desarrollada por Fernando Flores, que fue continuada posteriormente por Rafael Echeverría. Este último la reflejó en su libro “Ontología del Lenguaje” [2011].
La ontología del lenguaje se basa en 3 principios fundamentales:
Los humanos somos seres esencialmente lingüísticos. Vivimos en el lenguaje. El lenguaje es la clave para comprender los fenómenos humanos. Nuestra existencia y nuestro entorno social están regidos por el lenguaje. El lenguaje es el centro de los seres humanos.
El lenguaje no es solo descriptivo (o pasivo) para expresar, comunicar o transmitir pensamientos. El lenguaje es también generativo, el lenguaje genera ser. El lenguaje es acción y crea realidades. Actuar y ser son interdependientes. Actuamos como somos, pero también el actuar genera ser. Somos también lo que hacemos.
Los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. Cuando hablamos, modelamos el futuro, abrimos y cerramos posibilidades para nosotros mismos y también frecuentemente para los demás. A través del lenguaje modelamos nuestra identidad y la del mundo.
Antecedentes
Heráclito
Para Heráclito, el fundamento de todo es el Logos, el principio primordial, la inteligencia universal presente en todas las cosas, que dirige todo y produce el orden del mundo, la ley universal que rige el cosmos y que también está presente en el hombre. El hombre puede descubrir este Logos en su interior, pues el Logos es común al hombre y a las cosas, es común al mundo interior y al mundo exterior. La sabiduría consiste en conocer este principio universal que todo lo penetra.
Según Heráclito, existe un fluir o cambio continuo regido por el Logos. “Todo fluye, nada permanece, nada perdura, todo cambia”. Este devenir se fundamenta en la dialéctica, en el enfrentamiento de los opuestos, en la dualidad. Los opuestos no se contradicen, sino que forman una unidad armónica dinámica.
Los antiguos griegos buscaron los principios fundamentales de todo lo que existe. Para Parménides, lo esencial es el ser, que es inmutable y eterno. Para Platón, todo procede del mundo superior de las Ideas. Para Aristóteles, la razón es la base de todo. Para Heráclito, el fundamento de todo es el Logos.
El término “Logos”, no obstante, es un tanto ambiguo y se ha interpretado de numerosas maneras por distintos filósofos a lo largo de la historia, habiéndose polarizado principalmente en 3 sentidos:
A nivel profundo: el principio unificador, el principio subyacente tras la diversidad de lo real, lo que trasciende a la realidad y la fuente de la realidad, lo sintético, intuitivo y profundo, el ser, la palabra, el verbo o vibración primordial. Es básicamente la interpretación de Heráclito.
A nivel superficial como habla, expresión, discurso, argumentación, pensamiento racional y analítico, el significado.
A nivel intermedio (entre lo profundo y lo superficial): como lenguaje esencial y universal, el principio abstracto y trascendente, la idea de las ideas. El Logos es el centro de todo, entre lo no-manifestado y lo manifestado. En este sentido se puede considerar el lenguaje de los arquetipos primarios.
Heidegger
Las ideas de Heidegger respecto al lenguaje son:
Interpreta el ser (Sein) como Logos, el fundamento del lenguaje. El Logos no es la lógica ni la razón ni la expresión (o proposición). El Logos es el ser, la dimensión profunda de la realidad.
Hizo lo que denominó “la pregunta ontológica”: ¿Cómo somos los seres humanos? Su respuesta fue que el lenguaje es el fundamento de los seres humanos, su centro. El lenguaje no es un modo de expresión ni una actividad, sino una dimensión que abre al hombre al ser, que conecta al hombre con el ser. El lenguaje es la dimensión fundamental y esencial del hombre.
“El lenguaje es la casa del ser y en su morada habita el hombre”. El ser se oculta tras el lenguaje, está en un nivel más profundo que el lenguaje.
“El hombre es el pastor del ser”. Con el lenguaje y sus acciones se hace ser.
El lenguaje no es una mera forma de expresión del pensamiento. El pensamiento es una forma primigenia del lenguaje, que se convierte en palabra, como experiencia del ser.
La ontología es el Dasein (o Da-Sein), el modo particular de existir propio de los seres humanos, la forma de ser en el mundo, que se manifiesta como lenguaje. Y también el lenguaje habla al hombre porque una lengua domina nuestros pensamientos y acciones.
El lenguaje humano no tiene su fundamento en lo humano. El lenguaje lo trasciende, está en un nivel profundo de la realidad. El lenguaje es anterior al hombre y al habla.
“El problema de la filosofía no es la verdad, sino el lenguaje”. Con esta afirmación, hizo una aportación decisiva al denominado “giro lingüístico” de la filosofía. El giro lingüístico implica la eliminación de la metafísica. Heidegger fue uno de los primeros filósofos en intentar eliminar las estructuras mentales erigidas por la metafísica que han dominado al pensamiento occidental para sustituirlas por otras estructuras basadas en lo visible de los seres humanos: el lenguaje. La metafísica occidental no ha llegado nunca a resolver el problema del ser, por lo que hay que ir a la búsqueda de las raíces en el lenguaje.
Hay sacar a la luz los fundamentos en los que habita el lenguaje, la esencia del lenguaje. La esencia del lenguaje no tiene relación ni con los conceptos ni con las formas simbólicas. Hay que ir a la ontología del lenguaje, más allá de la filosofía del lenguaje. La ontología del lenguaje es la base para descubrir su esencia.
El tema del lenguaje exige algo más que una ciencia del lenguaje y también algo más que una mera filosofía del lenguaje. Exige una verdadera investigación filosófica que permita comprender la estructura existencial fundamental apriórica del habla. El lenguaje es un a priori trascendental, una totalidad.
Nietzsche
El lenguaje ocupa un lugar central de la filosofía de Nietzsche, pues sostenía que el estudio del lenguaje es fundamental para entender la filosofía. Como filólogo de profesión (y filósofo por vocación), tenía una conciencia lingüística muy desarrollada. Realizó una revisión radical sobre la problemática del lenguaje, y sus aportaciones en este tema fueron numerosas.
No hay que hacer filosofía del lenguaje, sino fundamentar la filosofía en el lenguaje. Nietzsche consideraba a Heráclito su mentor.
La realidad es lo que se puede expresar con el lenguaje. Lo que creemos conocer es solo lo que podemos expresar. El conocimiento se construye a través del lenguaje. Hay que prescindir de todo tipo de principios metafísicos.
La verdad es un recurso que nos hemos inventado. Nadie es poseedor de la verdad. No existe la verdad absoluta. El hombre interpreta el mundo mediante el lenguaje. Solo hacemos interpretaciones, que a su vez cambian con el tiempo. Todo lo que puede ser pensado es, con seguridad, ficticio. Todo pensamiento humano y su expresión tiene carácter interpretativo.
Nietzshe utilizó un análisis genealógico de las palabras que iba más allá de la evolución de las palabras. Observaba las condiciones en las que surgieron las distintas interpretaciones para intentar descubrir las estructuras y las fuerzas ocultas que actúan en el lenguaje. Llegó a la conclusión de que el lenguaje tiende a la simplificación: “La historia de la lengua es la historia de un proceso de abreviación”.
Los problemas filosóficos son, en realidad, problemas del carácter retórico del lenguaje. La retórica en teoría, el arte de la persuasión mediante la fuerza y el poder del lenguaje– en la práctica es el juego superficial del lenguaje, que no revela la verdadera esencia de las cosas, la inexplicable, profunda e incognoscible realidad. El lenguaje es retórico, se apoya en la doxa (opinión) y no en la episteme (verdad), la esencia de las cosas. La retórica (y, en general, el lenguaje) tiene una relación mínima con la verdadera realidad. El lenguaje normal (superficial) lo único que hace es transmitir impresiones subjetivas;, relativas al entorno social en el que vive.
El lenguaje no designa la realidad absoluta porque no refleja directamente la esencia de las cosas. El lenguaje, como sistema intermediario o puente crea una falsa “segunda naturaleza”, a partir la primera naturaleza que es lo real. Pero el verdadero lenguaje, el lenguaje profundo, debe abrir la conciencia, hacer despertar.
El lenguaje metafórico es lo que más nos aproxima a esa realidad inalcanzable y esencial. Es dinámico, nos proporciona libertad al ofrecernos diferentes modos de ver las cosas. Está asociado a la intuición, con la creatividad, y produce comprensión y conciencia.
El lenguaje conceptual, en cambio, es superficial, particular y estático. Los conceptos tratan de la explicación, de lo asociado a las formas. No conducen a nada, nos atan y limitan. Los conceptos dogmatizan, rigidizan, paralizan. Los conceptos son condensaciones de opiniones subjetivas. Son metáforas congeladas, descripciones figurativas cuyo origen metafórico ha sido olvidado, por lo que se interpretan literalmente. Todos los conceptos proceden de metáforas. El conocimiento construido mediante conceptos es relativo, no es la verdad absoluta.
El lenguaje es devenir. Está continuamente evolucionando y reconstruyéndose continuamente, gracias a la dinámica de la expresión metafórica.
Hay que hacer una “transvaloración lingüística” basada en el cambio desde el modo lingüístico de tipo conceptual a un modo de tipo simbólico-metafórico que favorezca la intuición y que proporcione comprensión, libertad, flexibilidad y creatividad. Para ello es necesario un lenguaje nuevo, puro, inocente y simple.
Nietzsche inaugura así la “lingüística activa”, la lingüística basada en las fuerzas activas y creadoras. Tradicionalmente se consideraba el lenguaje desde el punto de vista del receptor, del escuchante. Pero ahora se trata de que la palabra transforme al hablante, y también al escuchante, al activarle sus recursos de conciencia asociados al lenguaje profundo.
El lenguaje como transformación interna y como devenir, como cambio continuo, está relacionado con el superhombre, el eterno retorno y el espíritu dionisiaco.
El superhombre. Trata de establecer una relación con el verdadero lenguaje, el lenguaje profundo, donde se experimenta la libertad y la creatividad. Hay que cambiar la forma dogmática y rígida de pensar mediante el método de la transvaloración.
El eterno retorno. Es el devenir continuo y repetitivo de todo, que también se manifiesta en el lenguaje. Recoge la concepción del carácter cíclico, no-lineal, de los eventos del mundo. El eterno retorno ocurre porque en cada instante del devenir está el ser. La conciencia de este mecanismo es una nueva forma de ser y de sentir del superhombre.
El espíritu dionisíaco. Los dioses griegos Apolo y Dionisios simbolizan aspectos opuestos. El primero simboliza la serenidad, la claridad, la medida, la lógica y el racionalismo. Dionisios, en cambio, simboliza lo pasional, lo vital, lo impulsivo, lo espontáneo, lo intuitivo y lo excesivo. El hombre intuitivo-dionisiaco (el superhombre), más que conocer el mundo, lo experimenta, se fusiona con él. El toque de lo dionisiaco al lenguaje hace de la comunicación un arte, una manifestación de la esencia y el poder de la vida. “El mundo es voluntad de poder”.
Wittgenstein
Para el primer Wittgenstein (el del Tractatus), el lenguaje refleja la realidad. Mundo externo, mundo interno y lenguaje comparten la misma forma lógica. El lenguaje es una “figura” (representación) del mundo. Existe un isomorfismo entre la representación y lo representado. El lenguaje no es algo secundario, un mero medio entre el sujeto y la realidad, ni tampoco es un instrumento para representar el pensamiento. El lenguaje es una entidad primaria, esencial, que refleja la realidad interna y externa. Por ello, es más productivo, eficiente y directo centrarse en el estudio del lenguaje que en el difuso mundo de los contenidos psicológicos. Investigar el lenguaje es investigar la estructura de la realidad interna y externa; es la clave de la comprensión del mundo. Los límites del lenguaje son los límites de nuestro mundo. Lo inexpresable, lo que queda fuera del lenguaje, es lo místico. Hay un lenguaje esencial común, un lenguaje ideal, una gramática oculta y perfecta en todos los lenguajes naturales.
El análisis lógico-lingüístico de las proposiciones es un medio para clarificar el pensamiento y los problemas filosóficos. Existe una correspondencia entre la investigación lógica de los fenómenos y el análisis lógico del lenguaje que describen esos fenómenos.
Wittgenstein impulsó el “giro lingüístico” de la filosofía, al asignar al lenguaje el lugar central de la filosofía. Hay filosofía porque hay lenguaje. La filosofía del lenguaje es la filosofía primera, que es la ontología del lenguaje.
John L. Austin
Austin fue un filósofo original que planteó con gran claridad la problemática esencial entre lingüística y filosofía. Es una de las figuras más relevantes de la filosofía lingüística.
En su obra más conocida “Cómo hacer cosas con palabras” [1982] se opone al arraigado prejuicio de que la función principal del lenguaje es describir hechos o estados de las cosas. Puso de manifiesto la relación existente entre lenguaje y acción. Tradicionalmente, la filosofía había separado la teoría de la práctica, el conocer del actuar. Con Austin, tal dualidad desaparece; conocer y hacer son dos aspectos de la misma cosa. En este sentido, distingue entre expresiones “constatativas” (de descripción) y “realizativas” (de acción). Por lo tanto, no todo enunciado es verdadero o falso.
Fue el introductor del concepto de “acto de habla” (speech act). La unidad básica de comunicación no es la oración o sus signos, sino un acto del habla. Cuando hablamos ejecutamos un número restringido y específico de acciones (actos de habla). Distingue tres tipos de significados:
Acto locutivo. Es la idea o el concepto de la frase, es decir, aquello que se dice.
Acto ilocutivo. Es la finalidad concreta del acto de habla (afirmar, preguntar, explicar, ordenar, aconsejar, advertir, desear, amenazar, insultar, prometer, etc.).
Acto perlocutivo. Es el efecto o efectos que el habla produce en el receptor (asustar, asombrar, entretener, pacificar, alegrar, etc.). Este acto está fuera del dominio del lenguaje.
Estas distinciones son meramente de tipo teórico. En la práctica se suelen dar los tres significados conjuntamente. Un ejemplo es “Cierra la puerta, por favor”, en donde dice, ruega y produce eventualmente el efecto de cerrar la puerta.
John Searle
Searle es conocido por sus contribuciones a la filosofía del lenguaje, de la mente y de la conciencia.
Distingue entre filosofía lingüística y filosofía del lenguaje. La primera intenta resolver los problemas filosóficos atendiendo al uso ordinario de un lenguaje particular. La segunda intenta proporcionar descripciones filosóficas iluminadoras de ciertas características generales del lenguaje como referencia, verdad, significado y necesidad.
Según Searle, los problemas de la filosofía se pueden resolver de dos modos: 1) profundizando más sobre el lenguaje que usamos; 2) reformando el lenguaje, incluso creando un nuevo lenguaje ideal.
Searle es un continuador de Austin en el tema de los actos de habla: “Toda comunicación lingüística incluye actos lingüísticos”. El acto de habla es la unidad básica de comunicación lingüística. Identifica la fuerza ilocutiva de Austin como un caso particular de intencionalidad (asociar cierto significado a algo). Hay intencionalidades individuales y colectivas. Lo que define el tipo de acto de habla no reside en el significado de las oraciones utilizadas, sino su intención. Una misma oración, con un único significado, se puede usar para afirmar, preguntar, ordenar, sugerir, etc.
Searle reelabora los actos de habla de Austin. Distingue 5 tipos de actos de habla [Searle, 1986]:
Asertivos o representativos. Es una representación del estado real de las cosas.
Compromisivos. Compromete al hablante con un curso de acción futura.
Directivos. Compromete al oyente con un curso de acción futura.
Declarativos. Crean una situación nueva (p.e., “El veredicto es inocente”).
Expresivos. Manifiestan actitudes del hablante (disculparse, alabar, etc.).
Desarrolla también el concepto de fondo (background): el contexto en el que ocurre el acto intencional.
La Concepción de Fernando Flores
Fernando Flores se inspiró en Heidegger, pues le hizo ver la conexión profunda entre lenguaje y ser. Flores denominó a su sistema “diseño ontológico”, en el que vislumbra la posibilidad de una gran síntesis en la confluencia de de diferentes desarrollos relativos a la cognición, la computación y la organización, desde la perspectiva del lenguaje como elemento central, como paradigma unificador. Sus principales ideas son:
El lenguaje es esencial. No podemos vivir sin el lenguaje. El lenguaje es el elemento central de la vida humana en todos sus aspectos. El lenguaje nos hace conscientes de uno mismo y de los demás.
El lenguaje es descriptivo y también generativo. Hay que distinguir entre “habla que describe el ser” y “habla que crea o genera ser”.
El lenguaje es transformación. El lenguaje puede transformar a las personas y a las organizaciones. La transformación es un viaje o proceso desde el reino de lo conocido, lo preconcebido, lo superficial, lo autocontenido, lo cerrado y lo limitado, al reino del ser, al centro de nuestra verdadera naturaleza, de lo profundo, de la creatividad, de la imaginación, de las oportunidades y las posibilidades, donde todo está conectado, donde se experimenta la verdad, la libertad, la seguridad y la confianza. El motor de esta transformación es el lenguaje.
Hablar con intención hace que las acciones tengan un propósito. En general, las personas hablan sin intención; simplemente dicen lo que les viene a la mente.
Es necesario que el habla genere una atmósfera de libertad, de apertura, de comunicación, favorecedora de la imaginación y la creatividad.
El lenguaje tiene poder. “Si quieres actuar poderosamente, necesitas dominar los actos de habla”. “Las palabras actúan como neurotransmisores sobre tu neurología. Tus palabras juegan un papel crítico en determinar tu humor, salud y felicidad”. “Con el lenguaje generamos vida. Sin lenguaje somos principalmente chimpancés”.
Al hablar se pueden distinguir 5 actos lingüísticos básicos: juicios, declaraciones, afirmaciones, peticiones y promesas. De todos ellos, el elemento más fundamental es la declaración. Normalmente, hablar es declarar. Los actos lingüísticos que generan acción son la petición y la promesa.
Flores trabajó sobre cognición (naturaleza del conocimiento), fenomenología, filosofía del lenguaje, computación, workflow (flujo de trabajo), gestión (personal, de grupos y de organizaciones), diseño de software e investigación operativa. Intentó realizar una síntesis basada en el papel preponderante del lenguaje. Y logró una nueva visión basada en el lenguaje como elemento central. Flores es el creador del llamado “coaching ontológico”, un sistema de coaching basado en la ontología del lenguaje, en el “entrenamiento del ser”.
La Concepción de Rafael Echeverría
En su obra “Ontología del lenguaje” corrobora las ideas de Flores y expone sus propias ideas:
Lo social, para los seres humanos, se constituye en el lenguaje. Todo fenómeno social es un fenómeno lingüístico. El lenguaje es un fenómeno social, no biológico.
No solo actuamos de acuerdo a cómo somos, también somos de acuerdo a cómo actuamos. La acción genera ser. Uno deviene de acuerdo a lo que hace.
El contexto (o entorno) juega un papel determinante en los efectos del hablar.
El hombre crea el lenguaje. Es el producto de su evolución y evoluciona con él. El hombre se percibe mediante el lenguaje. Con el lenguaje construimos nuestra identidad. Cada palabra que aprendemos nos cambia el mundo que percibimos.
La ontología del lenguaje se divide en dos campos: el descriptivo (el hablar) y el generativo (las consecuencias del hablar).
El lenguaje es posibilidad y genera posibilidades. Con el lenguaje estamos construyendo permanentemente distintos futuros posibles. Nuestro ser es un espacio abierto apuntando hacia el futuro, hacia un mundo de posibilidades.
El lenguaje no es solo descriptivo de la realidad. El lenguaje tiene también un poder transformador de la realidad. Construimos el mundo con el habla. “La palabra transforma, la palabra genera, el lenguaje tiene una fuerza transformadora fundamental”. Dios creó el mundo con el poder de la palabra (“Hágase la luz”).
El lenguaje es algo profundo, mágico, sagrado. Es también una forma de vida, como decía Wittgenstein.
Hay que superar, trascender o clausurar el denominado “programa metafísico” que domina el pensamiento occidental desde Sócrates, Platón y Aristóteles. La metafísica se aproxima a su agotamiento histórico. El programa metafísico privilegia una relación que va del ser a la acción. La búsqueda de los universales abstractos, independientes de los seres humanos, buscados por los metafísicos, es vana.
Para los antiguos griegos, que acuñaron el término “ontología”, éste significaba una comprensión general del ser en cuanto tal ser, lo que implicaba el programa metafísico. Pero la ontología debe concebirse como lo hizo Heidegger: como Dasein, la forma particular de ser o existir en el mundo. Y para entender lo que significa el ser humano, debemos recurrir al lenguaje. La ontología del lenguaje sustituye el tradicional “lenguaje del ser” de la metafísica por “el lenguaje del devenir”. Hay que colocar al lenguaje en el centro de la argumentación. No existe otro camino que el del lenguaje. Fuera del lenguaje no existe nada en lo que apoyarnos.
Hay que reunir los desarrollos diferentes en lingüística, psicología sistémica, sociología, antropología y biología teórica en una síntesis coherente, desde un perspectiva lingüística y no-metafísica.
No sabemos como son las cosas, no conocemos su ser. Solo sabemos cómo las observamos o como las interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos. No hay un mundo, hay tantos mundos como seres humanos. Debemos abandonar la pretensión de conocer la verdad. Verdad y ser son los dos pilares fundamentales (mutuamente dependientes) del armazón metafísico. Solo existen interpretaciones más o menos poderosas. Las interpretaciones más poderosas son las que abren más posibilidades. El poder, y no la verdad, debe ser el criterio fundamental.
Esto implica que, en el tema del conocimiento, hay que desplazar el centro de gravedad desde lo observado (el ser de las cosas) hacia el observador. Y, paradójicamente, este postulado no es más que una interpretación que no puede ser considerado como verdad.
Los individuos actúan condicionados por los sistemas sociales a los que pertenecen. Pero a través de sus acciones también pueden cambiar estos sistemas sociales.
El lenguaje humano tiene capacidad recursiva, es decir, que el lenguaje puede girar hacia sí mismo y hablar sobre el habla.
El Modelo de Ontología del Lenguaje en MENTAL
Aunque la ontología del lenguaje se refiere al lenguaje natural, desde la perspectiva de MENTAL hay mucho que aportar, pues este lenguaje es la esencia, la abstracción común subyacente de todos los lenguajes naturales. Todos los lenguajes naturales esconden el lenguaje universal (que es equivalente a la gramática universal). En este sentido, el modelo ontológico de MENTAL simplifica y aclara mucho las cosas:
MENTAL es una ontología universal en la que convergen el mundo interno (pensamiento, conocimiento y conciencia) y el mundo externo. Es universal porque todo lo que existe se fundamenta en los mismos arquetipos primarios o categorías filosóficas. La ontología que refleja MENTAL es la ontología de la realidad, pues son los mismos arquetipos manifestándose en los diferentes aspectos de la realidad. Todo es la misma cosa.
Para la ontología del lenguaje, el lenguaje natural es el centro de lo humano, pero con MENTAL tenemos el verdadero centro, el centro universal, el centro de todas las cosas, la raíz de todo. MENTAL es el centro de la comprensión del mundo, el lenguaje esencial que refleja la estructura abstracta de la realidad interna y externa. Es la conciencia del mundo y de nosotros mismos.
MENTAL une ser (Parménides), Logos (Heráclito), Ideas (Platón) y razón (Aristóteles).
El ser es incognoscible, es lo absoluto, lo indiferenciado, lo inmutable, lo unificado, donde no hay dualidad. El ser es el Logos. El ser no se puede capturar por la razón. Solo podemos acercarnos al ser a través de la abstracción suprema que son los arquetipos primarios (o Ideas platónicas), los intermediarios entre el ser y sus manifestaciones (los entes, que son accesibles por la razón). MENTAL nos acerca al ser, a lo profundo, donde todo está conectado.
Si el ser (inmanifiesto y fuente de toda creatividad) es el primer nivel del ser (o nivel fundamental del ser), entonces MENTAL se puede considerar el segundo nivel del ser. El mundo exterior sería el ser terciario.
MENTAL es a la vez descriptivo y operativo. Lo operativo quiere decir generador, transformador de lo interno (de sí mismo) y de lo externo (el entorno). La informática, como campo de aplicación de MENTAL, es el campo donde es más evidente la acción y los resultados de la acción.
MENTAL es el lenguaje de la conciencia. Une los opuestos: lo superior (lo no-manifestado) y lo inferior (lo manifestado), lo físico y lo psíquico, lo descriptivo y lo operativo, la razón y la intuición, la teoría y la práctica, lo concreto y lo abstracto, la semántica y la sintaxis, lo superficial y lo profundo, lo literal y lo metafórico, etc.
El viaje de transformación a través del lenguaje (del que hablaba Flores) se aclara al considerarlo desde el punto de vista de MENTAL: es un viaje desde lo superficial hacia lo profundo, al mundo de los arquetipos, en donde reside el poder, la libertad, la sabiduría, la creatividad y la conciencia. El verdadero “coaching ontológico” hay que dirigirlo hacia lo profundo, hacia los arquetipos de la conciencia. Desde ese nivel contactamos con el poder, la libertad, la sabiduría y la fuente de la creatividad.
A nivel profundo, la realidad es simple, es pura abstracción. En este nivel, ontología y epistemología son la misma cosa. MENTAL une ontología y epistemología.
Los límites de MENTAL son los límites universales, los límites de la expresividad y la comprensión, los límites de los mundos posibles, incluyendo lo que conocemos como realidad. La verdadera realidad está en lo profundo, en los arquetipos primarios.
MENTAL es lo común de todos los mundos posibles y el punto de encuentro de los opuestos, la síntesis universal de opuestos.
MENTAL es el resultado de un proceso de suprema abstracción, simplificación y universalización.
MENTAL proporciona una lingüística activa. Todas las expresiones se evalúan.
MENTAL hace despertar la conciencia, activa lo profundo. Desde este lugar se hace y se encuentra la filosofía. El poder se encuentra cuando se utilizan recursos lingüísticos profundos, universales.
Con MENTAL se pueden hacer diferentes tipos de actos lingüísticos, que serían los análogos a los tipos de actos de habla. Unos son primitivos y otros derivados.
Frente a las distintas concepciones del lenguaje −el lenguaje es la realidad, el lenguaje refleja la realidad, el lenguaje forma parte de la realidad, etc.−, con MENTAL se afirma que todas las cosas comparten y reflejan los mismos arquetipos primarios: la realidad interior (conciencia, pensamiento, conocimiento), la realidad exterior y el lenguaje. Es la tesis más simple y unificadora, que debemos elegir si seguimos el principio de la navaja de Occam.
Desde MENTAL actuamos desde lo más próximo al ser. Aplicar MENTAL es diseñar nuevas formas de ser.
Hay que cuestionar la afirmación de Echeverría de que “la búsqueda de los universales abstractos buscados por los metafísicos, es vana”. Existen los universales abstractos; son los que constituyen el lenguaje MENTAL.
MENTAL es la realización de la síntesis intuida por Flores a través del lenguaje como elemento central. El lenguaje es lo único que nos acerca al Ser.
Adenda
Informática y cognición
Fernando Flores y Terry Winograd son pioneros en el tema de la relación entre informática y cognición. Su obra conjunta “Understanding Computers and Cognition: A New Foundation for Design” (Entendiendo Ordenadores y Cognición. Un Nuevo Fundamento del Diseño) [1987] supuso una reinterpretación filosófica de la computación y el diseño de software, al relacionarlos con la filosofía del lenguaje y la psicología:
El diseño de software es una actividad relacionada con el diseño en general. Diseñar es, en realidad, diseñar nuevas formas de ser.
Lo importante no es la tecnología, sino la comprensión de nuestro entorno y de nosotros mismos. Con el entorno interaccionamos, el entorno nos condiciona y, a su vez, nosotros modificamos el entorno.
La computación debe reorientarse, más que a lo meros aspectos de proceso de datos, hacia los temas de comunicación y coordinación en el entorno de una organización, donde hay una serie de actividades colectivas. Es lo que se denomina workflow (red de flujos de trabajo). Una organización se puede considerar como una red de flujos de trabajo. Los ordenadores serían más efectivos si registraran y siguieran intenciones, compromisos, más que la mera manipulación de la información.
La tradición racionalista de la inteligencia artificial (construir una mente artificial semejante a la humana) debe reemplazarse por un enfoque diferente más humanista: construir una prótesis que amplifique la mente. El ordenador debe servir para mejorar la vida del hombre, no para imitar al hombre.
Bibliografía
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Rorty, Richard M. (editor). The Linguistic Turn. Essays in Philosophical Method. University of Chicago Press, 1992.
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Winograd, Terry; Flores, Fernando. Understanding Computers and Cognition. A New Foundation for Design. Addison-Wesley, 1987.